lunes, 3 de junio de 2013

ARTÍCULO DE ACTUALIDAD


LA OTRA VERDAD DEL TDAH

Recientemente el debate alrededor de la existencia o no del trastorno conocido como "Trastorno por déficit de atención e hiperactividad" se ha reabierto como consecuencia de las declaraciones a la revista alemana Der Spiegel de Leon Eisenberg, la primera persona que habló de dicho trastorno, en las que aseguraba que el TDAH es un excelente ejemplo de un trastorno inventado  y que la predisposición genética para el TDAH está completamente sobrevalorada.
Como exponen Carlos Alós y Coral Ruiz en el artículo publicado en el número 70 de la revista Guix d'Infantil, no hay ninguna condición bioquímica, estructural o genética que determine, de manera inequívoca, la existencia de este trastorno. Al mismo tiempo también se habla de un cierto componente genético en el TDAH, pero no se puede establecer ninguna relación causa- efecto directa. Por este motivo, las cifras de prevalencia varían considerablemente de un país o otro.
Así pues, a pesar de que existe un cierto consenso internacional sobre cómo se puede diagnosticar el TDAH, vertebrado en el DSM-IV y el CIM-10, es evidente que la interpretación que se haga será altamente subjetiva. Los síntomas de este trastorno los podemos encontrar en personas con disfunciones perceptivas, dificultades escolares específicas, problemas familiares, asimilación deficitaria de nutrientes, hipertiroidismo o intoxicación por metales como el plomo. Un retraso madurativo global e incluso algunos medicamentos pueden provocar dificultades de atención y/o hiperactividad.
En Cataluña, unos 20.000 niños diagnosticados de TDAH acuden cada día a la escuela medicados con psicoestimulantes. Se ha observado que los adolescentes que han recibido medicación durante años no presentan mejoras significativas en comparación con otro tipo de terapias aplicadas. Por lo tanto, es necesario aprender de aquellos profesionales que obtienen resultados positivos a la hora de intervenir en el tratamiento de personas que presentan estas dificultades. Estás personas, y no la industria farmacéutica, son las que deben orientarnos en el camino a seguir.
"La ilusión de que los problemas de conducta de los niños pueden curarse con fármacos nos evita que, como sociedad, tratemos de buscar las soluciones más complejas, que serían necesarias. Los fármacos sacan a todos -políticos, científicos, maestros, padres- del apuro. A todos excepto a los niños"
(Sroufe, 2012)

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